EL ORGULLO DE PERTENENCIA
Observo desde hace largo tiempo, cada
vez que me encuentro con un alumno del Instituto Ramiro de Maeztu al cual no
veía desde hacía muchos años, que surge inmediatamente una corriente de cariño
y simpatía inexplicable tras tantos años de lejanía y sin contacto alguno. Este
fenómeno se ha repetido y con un efecto multiplicador, me temo, tras nuestro reencuentro como miembros de la
promoción 1.964. Y observo que pocos, o ninguno, diría yo, carece de lo que
podríamos llamar el orgullo de pertenencia al Ramiro.
Fenómeno muy particular en el que no
concurren los normalmente aceptados generadores de orgullo de pertenecía que usualmente
se consideran en las organizaciones, empresas, equipos deportivos, etc.
Intereses y objetivos comunes no hay,
convivencia en el estudio/trabajo ya no hay, resultados satisfactorios conjuntos
tampoco hay. ¿No se deberá a unos valores en los que nos educaron y que hemos
conservado, e incluso incrementado, a lo largo del periodo en el que vivimos
independientes los unos de los otros y a un cariño latente mantenido en nuestro
interior que ahora aflora con más fuerza?
Yo he vivido varias otras estructuras,
además del Ramiro, con orgullo de pertenencia; el Estudiantes primero, en
conexión muy directa con el Ramiro, el Real Madrid después y posteriormente la
empresa para la que trabajé, generadora de muchos éxitos en lo profesional para
sus trabajadores y pingües beneficios en lo económico para sus accionistas.
Tampoco aparece entre nosotros la
figura de un líder generador de conductas beneficiosas para el conjunto.
Pero si aparece el talento. Expresé
hace ya muchos meses que me enorgullecía ver en la base de datos los pequeños
apuntes profesionales de todos, cuajada de innumerables universitarios de
relumbrón, de licenciados, economistas, doctores en medicina y otras
disciplinas del saber, letrados, catedráticos, ingenieros de todo tipo, etc.
Por eso os he pedido a todos que me
enviárais vuestros escritos y publicaciones. Para hacer un poco más míos
vuestros éxitos y disfrutar con ellos al compartirlos. De algunas materias no
entiendo apenas, pero no dudéis que me enriquezco una barbaridad al leeros. Y
aflora en mi ese sentimiento, orgullo de pertenencia, de haber compartido con
vosotros en algún momento de nuestras vidas de jóvenes valiosos momentos que
ahora se multiplican en su valor. ¿Se podría llamar también cultura
corporativa? Porque este fenómeno no es único o privativo de nuestra promoción.
Es mucho más amplio y engloba muchas promociones de nuestro tiempo. Incluso
diría que alcanza igualmente a nuestros profesores. Pero muchos ya no están
para corroborar estas impresiones.
Si de algún modelo se han copiado ejemplos,
paradigmas, palabro tan de moda en la actualidad, en lo relativo al orgullo de
pertenencia, es de los equipos deportivos de éxito. Y en ellos viví similares
episodios. Pero siempre aparecieron allí los objetivos e intereses comunes, el
éxito, la convivencia y el líder natural del grupo, características que ya he
comentado previamente que no aparecían en nuestro grupo diluido en el tiempo.
¿Qué podría decir aquí de mis
experiencias que fuera diferenciador con nuestro fenómeno? Pues creo que lo
fundamental es que nunca perdí el contacto con los compañeros que a lo largo
del tiempo han sido mis grandes amigos y ello ha sido fruto de una convivencia
mantenida.
Pero no quisiera que esta entrada
fuera una exposición personal y única. Os pido a todos los que estéis en
disposición de aportar vuestras ideas al respecto, que lo hagáis bien por medio
de comentarios en esta entrada o en otras entradas a publicar en continuación a
ésta. Algunos sois grandes pensadores y escritores y todos, estoy seguro,
teneis la capacidad de expresar con riqueza vuestras ideas, pensamientos y
vivencias.
Creo que sería un buen motivo de
unión analizar en conjunto este proceso de alegría del reencuentro de unos
viejos amigos, algunos incluso desconocidos de los otros, pero unidos siempre
en la alegría del recuerdo.
¿Idealizo una etapa de mi vida? Desde
luego. ¡Pero qué bonito revivir los ideales en los que me eduqué! Hay una obra
de teatro, la primera que leí por consejo de mi padre cuando iba a acceder a la
universidad, Nuestra Natacha, de Alejandro Casona, que plasma ese ideal de
juventud, la amistad, la convivencia, la función de la Universidad – ahora con
mayúsculas – la coeducación, imposible en nuestro tiempo, la necesidad de un
compromiso social de, no sólo la juventud, sino de la sociedad entera, de unos
valores y talento y ciertamente esperanzadora, que me recuerda e inspira en
nuestro pasado.
¿Debería renunciar a este bocado de
felicidad que me ha brindado vuestro reencuentro? ¡No tengo por qué! Pienso continuar
intentando arrastraros a que viváis esta situación con la misma ilusión que yo.
Dedicado a todos y cada uno de nuestros
compañeros que ya no pueden compartir estos buenos momentos con nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario