Con motivo de la celebración del LXX aniversario de la creación del Instituto Ramiro de Maeztu, nuestro compañero de la promoción 63 Rodrigo de Balbín, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares, pronunció una fantástica conferencia que podeis ver a continuación con la que nos entusiasmó aquel pasado 28 de Febrero de 2.010. Rodrigo ha tenido la amabilidad de permitirme publicarlo en mi página, lo cual le agradezco enormemente, pues yo no habría sido capaz de alcanzar su nivel de análisis, histórico ni de escritura.
INTRODUCCIÓN
Tengo que agradecer la invitación que se
me ha hecho para hablar hoy del pasado del Instituto Ramiro de Maeztu, quizás
porque como dice mi compañero Julio Alvarez Buylla, ya soy de los más viejos.
Tengo que agradecerla porque estoy muy
satisfecho de haber sido alumno de esta casa y porque me siento orgulloso de
poder representar a mis compañeros, en cierto modo, porque no represento
realmente mas que mis recuerdos y mi relación con el centro y con aquellos.
Nadie me ha erigido en representante de un pensamiento múltiple y de unos
resultados variados, casi siempre positivos, responsabilidad individual de cada
uno de nosotros.
Puede haber sido también elegido porque
tengo buenos amigos en esta casa y porque voy a remontarme lejos. Para ello
puede ser bueno un especialista en la Prehistoria, como soy yo.
Agradezco esta invitación también
porque me ha permitido recuperar a mi gente, que terminó el bachillerato en el
curso 1962-1963, a la mayor parte de los cuales no trataba desde entonces. Los
recuerdos que aquí se almacenan, con un cierto desorden y mucha emoción, son el
resultado de mis recuerdos y los de mis compañeros, de mis fotos y las suyas,
de mis vivencias y las de todos. Esta invitación me ha permitido encontrar a
muchos que tenía en gran parte perdidos, a recordar sus caras y maneras de
entonces, a repasar su camino y el mío hasta ahora, a reconocerme en ellos e
investigar en el fondo de sus caras añosas viendo cómo llegaron hasta hoy. Me
ha permitido verme en el espejo de sus personas para darme cuenta de que nadie
llega a nada sin la ayuda de los demás,
de que lo que soy es consecuencia de lo que aprendí y viví en compañía, de que
finalmente representamos una generación con sus luces y sus sombras, que inició
su camino en esta casa y se desarrolló como pudo hasta el momento actual,
dejando tras de sí mucha vida, muchas ilusiones y bastante trabajo.
EL INSTITUTO
ESCUELA Y LA RENOVACIÓN DE LA ENSEÑANZA EN ESPAÑA
Yo conocí el Ramiro como se comportaba
en el año 1957, pero entonces el Instituto no era un recién nacido. Ya había
recorrido mucho trecho, como Instituto Ramiro de Maeztu y como Instituto
Escuela, como Instituto Modelo y como heredero de la mejor iniciativa educativa
española del siglo XX. Tengo que hacer algo de historia de esta institución que
hoy cumple 70 años y noventa y dos desde
que recibiera su forma anterior. No pretendo hacer una historia exhaustiva, ni
siquiera completa de esta santa casa. Otros lo han hecho y muy bien por cierto
(Mindán,M.2001,Alvira,T.1992). Pretendo combinar lo que existió en el pasado de
todos con lo que pasó en el mío propio, el frío pasado general con la vivencia
personal más cálida. Muchas cosas quedarán en el tintero, muchos deberían haber
sido citados y a lo mejor no lo serán. Muchas cosas de interés están en la
memoria de los presentes que yo no podré tratar, por desconocimiento, por el
tiempo, y porque sobre todo, esta es mi
visión de las cosas y ni puedo ni quiero abarcarlo todo.
La generación del 98, a la que
perteneció de pleno derecho Ramiro de Maeztu Withley, reparó en la decadencia
de España ochenta años después de que las colonias americanas se independizaran
de España, tiempo después de que los españoles se batieran en las destructoras
guerras civiles carlistas, después del final de la monarquía borbónica de
Isabel II, de la primera República , del ensayo de Amadeo de Saboya, y de la
Restauración de Alfonso XII. Todo ello había supuesto al menos un siglo de
caída en picado de una antigua potencia mundial, empobrecida, rota por peleas
internas, desangrada y desculturizada . La avanzada generación del 98 reparó en
esa desgraciada realidad con la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Santo
Domingo se perdería sola y por desidia. Es curioso que la reflexión sobre el
desastre español tardara tanto en producirse y por motivos si se me permite
menores, pero la misma realidad conflictiva anterior había lastrado la
reflexión e impedido en gran parte mirar
hacia nuestro interior. Las consecuencias del agitado siglo XIX eran muchas y
variadas, pero especialmente notables en el terreno educativo.
Está muy mal visto copiar, y debe
estarlo, sobre todo si no se cita la fuente de procedencia, pero el aprendizaje
se basa en la imitación, y si lo que se copia es bueno, los resultados pueden
ser excelentes. Muchos clamaban desde el 98 por la regeneración de España, y
verdaderamente no hay regeneración posible si no se cambia la base misma del
comportamiento de las gentes ; ese comportamiento deriva del conocimiento y en
suma de la educación.
El siglo XIX español consiguió un país
en el que los analfabetos se acercaban a la mitad de la población, y en el que
las respuestas violentas eran las más habituales , en una nación donde las
diferencias sociales eran brutales y las diferencias en la educación un abismo
profundo. En ese mundo agitado y difícil surgieron iniciativas regeneradoras,
también bajo el prisma educativo. Puede decirse que sus antecedentes se
encontraban en experiencias externas, y es verdad, pero su aplicación era
posible en nuestro país y hubo un grupo empeñado en que eso funcionara,
empeñado con todas sus fuerzas.
Ese grupo se vino en llamar Institución
Libre de Enseñanza, y derivaba de los principios educativos del Krausismo
alemán. Su forma práctica fue el Instituto Escuela, lugar donde habían de
plasmarse una teorías que se basaban en la participación de los alumnos, en la
eliminación del aprendizaje memorístico,
en la relación con la naturaleza , en el laicismo y
progresismo, en la coeducación de la mujer en
pie de igualdad con el hombre, en el racionalismo, en la libertad de cátedra y
de investigación, en una escuela activa, neutra y no dogmática y en la libertad
frente a la autoridad. Todos estos principios nos parecen ahora de uso común, pero la
realidad no era sí en el momento de su propuesta y primera aplicación.
Francisco Giner de los Ríos y sus
sucesores pretendieron finalmente la regeneración española a partir de la
educación, en la conciencia de la ésta es necesaria para acometer cualquier
empresa colectiva y de que se trata de la primera necesidad de un conjunto
social, menos aparente que otras pero absolutamente sustancial. No parece que
ese principio calara en las formas políticas que se producirían después, hasta
nuestros mismos días, donde cuando se debe prescindir de algo por motivos
económicos, lo primero prescindible es la cultura y el conocimiento.
Francisco Giner de los Ríos Manuel Bartolomé Cossío
El Instituto Escuela, la Institución
Libre de Enseñanza, el sufragio universal y las libertades cívicas fueron bellos
ensayos que culminarían en la fallida Segunda Republica española, y que
deberían esperar hasta la restauración de la Democracia para ser recuperados y
reintentados, en ese movimiento cíclico tan español que nos permite olvidar
nuestro pasado o manipularlo a nuestro antojo, para volver a iniciar otra vez
lo que ya se había conseguido.
Todo había sido un ensayo de lo que
debía ser la punta de lanza de una enseñanza moderna y actualizada. La guerra
civil acabaría con un centro cuyos momentos finales coincidirían con el año
1936. Sus principios no eran especialmente amados por los dirigentes del nuevo
régimen , cuya valoración de la educación eran sin duda grande, pero no en el mismo sentido que
la Institución Libre de Enseñanza.
El Instituto Escuela fué una parte
importante de la propuesta de la Institución Libre de Enseñanza para la formación
y el progreso científico, que contaba
con la Junta de Ampliación de Estudios como organismo rector y
coordinador de un ente múltiple, en el que se integraron el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Nacional de Ciencias
Físico-Naturales y la Residencia
de Estudiantes, además del primero.
El Instituto
tuvo una vida desigual e incluso precaria durante parte de su existencia, con
edificios en Atocha, Miguel Angel y finalmente los Altos del Hipódromo, junto a
la Residencia de Estudiantes. Sería fundado en 1918 y los edificios que
conocemos por sobrevivir hasta hoy se construirían en 1931 y 1933.
Verdaderamente su gran momento lo viviría, como toda la JAE durante la Segunda
República, hasta 1936, en que la última Guerra Civil acabó con el Instituto
Escuela y dispersó a sus profesores.
1931 Pabellón de Bachillerato
La Junta para
la Ampliación de Estudios siempre estuvo supervisando el comportamiento del
Instituto, a partir de sus organismos directores y de sus responsables
personales, entre los que se contaban Santiago Ramón y Cajal como Director, con
un Patronato y un Consejo Asesor del que formarían parte personalidades tan
relevantes como Menéndez Pidal, Ortega, Américo Castro, Pedro Salinas o Xavier
Zubiri. Se trataba por tanto de una empresa colectiva, en la que se
involucraron muchos intelectuales de la época, por el interés manifiesto que
poseía para ellos el desarrollo de una educación racional y actualizada. Muchos
fueron profesores de Universidad, en un
momento en el que no existía esa separación artificial que hoy hemos creado
entre la Enseñanza Media y la Superior. La propuesta era común y en ella se
integraron todos los estamentos de la enseñanza ; aún hoy podemos aprender de
ella.
La
interdependencia era pues muy grande, pero en lo concreto hubo impulsores
cotidianos que movieron la enseñanza de todos los días. Entre ellos hay que
destacar de manera especial a José Castillejo, María Goyri, María de Maeztu y Luis
de Zulueta. En el desarrollo final , Jimena Menéndez Pidal sería la directora
de Párvulos, María de Maeztu de Primaria, Miguel Herrero y Jaime Oliver Asín de
Bachillerato. La primera continuaría el ensayo, bajo otras condiciones sociales
y políticas, en el Colegio Estudio, que vive hasta hoy.
LA RECUPERACIÓN DEL SITIO Y EL MODELO A PARTIR DE 1939. LUCES Y
SOMBRAS DEL PROCESO
El año 39 se fundó lo que hoy conocemos
como Instituto Ramiro de Maeztu, en el mismo sitio que el fallecido Instituto
Escuela y bajo una realidad social y educativa bastante distinta. La educación
era mucho más reglada y se empeñaba en resaltar unos valores y condiciones que
querían recuperar la gloria de España por la exaltación de la misma, con pocos
afanes de crítica, participación o disidencia.
Una parte muy importante de los
educadores y pensadores había pertenecido al bando perdedor de la última guerra
civil, y murió o se exilió al terminar la contienda, enriqueciendo en gran
parte la cultura de los países a los que fue a parar, como aquellos de América
Latina, donde fueron mejor recibidos que los americanos que hoy hacen el camino
inverso.
Los principios eran muy otros, los
dineros escasos, las preferencias educativas contrarias, el ambiente poco
propicio. El nuevo Instituto no podía ser extraño a la realidad española, de la
que dependía y bebía, por lo que una parte importante de los principios de la
nueva sociedad serían adoptados por el mismo. Latía sin embargo dentro de estos
muros un espíritu que quería continuar la labor iniciada por su antepasado, y
esto lo consiguió en parte.
La nueva Institución debía recibir un
nombre nuevo y ese nombre debía ser modélico. Se eligió el de una de las
víctimas de la guerra entre hermanos que había sido la última civil, Ramiro de
Maeztu Withley, asesinado el año 1936 por su adscripción a ideas conservadoras.
Ramiro de Maeztu Pío Baroja
Era un vitoriano mestizo de inglesa,
cuyo primer desarrollo se encontraba cerca del socialismo, y cuyas amistades y
proximidades ideológicas comenzaron por Azorín y Baroja, con los que formó el
“Grupo de los tres”, para distanciarse tras su estancia en Inglaterra . Buscó
entonces las raíces de la grandeza española en sus épocas imperiales y en el
concepto inventado por Zacarías de Vizcarra de “La Hispanidad”. Sus relaciones
ultramarinas fueron importantes, fundamentalmente con La Argentina, y sus ideas tomadas enseguida
por los grupos más conservadores del país, incluida la jerarquía eclesiástica y
su primado toledano. Su pecado ninguno, como ocurrió con Federico García Lorca
y las víctimas asesinadas por un bando o por otro, antes , durante y después de
la contienda. Su figura importante y señalada, buena bandera ideológica para lo
que buscaba la nueva autoridad.
En los últimos años se ha debatido
sobre la conveniencia de mantener este nombre en la cabecera en una institución
como la que hoy nos acoge. Yo soy de los que piensa que son más importantes los
contenidos que las formas. En el momento actual no son muchos los que conocen
la trayectoria de Ramiro de Maeztu, autor de ideas marcadas y claramente
alineadas en la derecha del momento, pero gran amante de España y reflexivo
pensador. Podría haber nombres más atractivos para esta institución, pero no
todos estarían de acuerdo, el nombre ya existe , ha dado sus resultados y puede ser ejemplo de las barbaridades que
se cometieron en uno y otro bando contra la gente que pensaba, cosa que no
conviene olvidar para que los españoles no repitamos una vez más lo ya
perpetrado. El Instituto Ramiro de Maeztu debe medirse hoy por su contenido y
su capacidad de crear y comunicar conocimiento, no por el nombre que lo
encabeza.
La continuidad con el
Instituto Escuela no era especialmente fácil en la nueva realidad española. La
independencia ideológica imposible. Sin embargo había y seguía habiendo
profesionales de diversas ideologías empeñados en la preciosa labor de la
enseñanza, esa labor cuyo valor no ha sido recuperado aún hoy en día. Uno de
ellos, nexo de unión entre las dos situaciones fue Antonio Magariños, alma
mater del nuevo Instituto y directamente relacionado con su antecesor.
Antonio Magariños
Era un hombre de aspecto frágil,
bastante serio pero con retranca, de fuertes creencias religiosas, padre de
familia numerosa, entregado a la causa del instituto, donde vivía, y excelente
profesor. Estricto, con evidente
autoridad, comprensivo, educador, sabio y afable, desde una distancia de
principios que traspasaba con bastante frecuencia.
Estoy hablando de una parcela histórica
de esta institución, y no me resisto en entrar personalmente dentro de ella.
Cuando yo estudiaba, y a principios de los años sesenta, la puntualidad no era
lo más destacado de mi comportamiento. Yo era alumno directo de D.Antonio, que
conocía mis debilidades, y me aguardaba cuando después de que hubieran entrado
los cursos, los alumnos esperaban la llegada del profesor al aula. Yo llegaba
muchas veces en esos momentos, deslizándome en la esperanza de pasar
desapercibido y llegar a la clase tarde sin ser notado. En el rellano del
primer piso aparecía entonces D.Antonio de improviso y me repetía una fórmula
que se había convertido casi en habitual : Balbín, mañana en el Internado a las
7,30.
Eso significaba que me castigaba y que
debía comparecer una hora y media antes que el resto de los alumnos en el
Internado Hispano Marroquí que él dirigía, para luego acompañarle a él y a los
internos a la misa de la iglesia del Espíritu Santo y volver al Internado,
donde me invitaba a desayunar. Hay que reconocer que el castigo no produjo en
mí un cambio radical de comportamiento, quizás por mi natural impuntualidad,
quizás porque cierta parte de él no me desagradaba, por ejemplo mis charlas con
D.Antonio, al que tomé un profundo cariño y del que aprendí muchas y buenas cosas.
EL PROFESORADO
No fué D.Antonio el único continuador
del Instituto Escuela tras la guerra civil. Jaime Oliver Asín había dirigido en
la etapa anterior el bachillerato y continuaba ahora como catedrático de Lengua
y Literatura españolas. Era un hombre de pequeño tamaño, al que llamábamos Asín
de pequeñito, magnífico arabista sobrino de Asín Palacios, que practicaba con
evidente gusto la enseñanza. Nos hacía comprar un diccionario de la Real
Academia entre todos, que se depositaba en la mesa del profesor y consultábamos
habitualmente. Nos llevaba también de excursión, siguiendo los procesos tradicionales de la Institución
Libre de Enseñanza. Una de ellas que recuerdo fué a Toledo, mi primera visita a
la Imperial Ciudad, donde nos hizo callejear y recorrer los recovecos de ese
precioso sitio, y consiguió agotarnos a nosotros, jóvenes llenos de vitalidad,
porque debajo de su aspecto ligero se escondía un caminante solidísimo.
Recuerdo muy bien la excursión, y su disfrute de arabista ante los restos toledanos
del pasado islámico. Fué una excelente enseñanza sobre el terreno.

Jaime Oliver
En aquellos momentos se practicaba un
uso que ha desaparecido en su casi totalidad, que era la estrecha vinculación
del Instituto, no sé si los demás actuaban igual, con la Universidad. De ese
modo Oliver colaboraba con la Complutense, entonces Universidad Central, del
mismo modo que otros de nuestros profesores. Esa vinculación me parece muy
importante y muy desgraciada su pérdida. Nuestros profesores tenían un rango
claramente universitario, un nivel de conocimientos claramente superior, y
todos nos beneficiábamos de ello.
Este fué el caso también de Manuel
Mindán Manero, sacerdote secular y catedrático de Filosofía del Maeztu. Hombre
abierto, sabio y gran pensador y profesor, que a mí en concreto me hizo amable
una asignatura de difícil asimilación. Entonces calzaba sotana, con dos
bolsillos cerilleros en la parte frontal donde introducía los pulgares, que
adornaba con una barriguina discretamente protuberante. Ésta se adornaba a su
vez con miguitas espaciadas de pan,
resto de su inmediato desayuno. Era moreno, aguileño y vestía de sotana oscura,
por lo que entre el alumnaje era conocido por El Cuervo. Un día de invierno en
el que había una gran helada, entonces más frecuente que ahora, caminaba el
padre Mindán por los campos de baloncesto que están bajo las aulas, lenta y
parsimoniosamente, para no resbalar. Todos estábamos ya en clase, y desde las
ventanas superiores, donde estudiaban los mayores, surgió una fuerte voz que
gritó : “¡Cuervo, que te caes!”. Mindán miró hacia arriba y cayó. Las
consecuencias fueron bastante desgraciadas, pero la anécdota quedó para
siempre.

Manuel Mindán Manero
Nuestro profesor de Griego fué Luis Ortiz Muñoz, otro profesor ilustrado
y sabio, que en todo caso daba pocas clases porque era el director casi
perpétuo del Instituto, asistido por vicedirectores cambiantes. Era también un
gran profesor y tuvo algunos auxiliares, como Ramona Rey, gallega tímida que
tenía que enfrentarse a un grupo de energúmenos crecidos ante su discreción y
buen carácter.
Luis Ortiz Muñoz
Otro gallego famoso, en este caso
profesor adjunto de latín, fué Agustín González Brañas, cuyo humor cambiante
mejoraba de manera notable cuando ganaba al fútbol el Deportivo de la Coruña.
Remedábamos su fuerte acento gallego con una retahíla que supuestamente había recitado al alumno
Victor García Rosales, de cursos superiores a nosotros. La retahíla rezaba así:
¡Vitor, tu conduta es
incorreta y por tanto inacetable. Mereces un corretivo, porque has de saber que
la prática de la conduta hace al hombre esato,correto y perfeto!.
Agustín González Brañas
No voy a recordar a todos los
profesores. Estoy haciendo una selección que pretende aproximarnos a la
realidad que vivimos, para sacar nuestros recuerdos a la luz y realizar un
cierto ejercicio de añoranza.
Algunos, pocos, recibimos clase de
alemán con D.Domingo Sanchez, al que llamábamos Herr Sontag, en una enseñanza
bilingüe alemán-francés. Podríamos seguramente haber aprendido más, pero fué
una experiencia original.
En dibujo tuvimos tres profesores
destacables, Palomares, Sauco y Aragoneses. El primero de ellos era bastante
mayor cuando nos dió clase, y su oído estaba algo resentido. Tradicionalmente
le llamábamos señor Calamares, incluso en su presencia, y algunos otros apodos.
Aragoneses era pequeño y algo jorobado, además de una de las personas más
buenas del mundo, que cuando le gustaba un dibujo ponía calificaciones hasta el
12 o el 14. Dábamos clase en el aula situada en la trasera del Instituto, donde
se pasaba frío, compensado en parte por una estufa de carbón con un largo tubo
de metal. Un alumno destructivo echó una vez azufre en su interior, con la
consiguiente huida de todos para no caer asfixiados.
También nos dieron clase Pedro Delmans,
de Química, Vicencio Cea, de Ciencias Naturales, Julia Lopez Gomez y la
srta.Macías, de Geografía, Enrique Navarro, de Literatura,José Navarro Latorre, de Historia, Rafael Ybarra, de Ciencias
Naturales y algunos más. Naturalmente no todos tenían la misma capacidad y
preparación, pero en su conjunto nos enseñaron muchas cosas y mi recuerdo es
positivo siempre.
EL PERDIDO LAICISMO
Existía una tradición de enseñanza
libre y creativa en el Maeztu ,que perpetuó en muchos casos la del Instituto
Escuela, pero eso no pasaba en todos los casos. En los cincuenta el laicismo no
estaba especialmente bien visto en España, país confesional . La enseñanza
religiosa era predominante, y la Religión asignatura fundamental. A nosotros
nos dió clase habitualmente el Padre Gabino Lopez Morant, que se titulaba
Camarero Secreto de Su Santidad el Papa y profesor Numerario del Instituto
Ramiro de Maeztu, y con él aprendimos el catecismo, los Dogmas de la Iglesia,
las Fiestas de Guardar y la vida cristiana que impregnó toda nuestra infancia.
El Padre Gabino con la ayuda de Aito García Reneses en el manejo de
su capa.
Había también una dirección espiritual
en el Instituto comandada por el Padre Granda, jesuita asturiano a la antigua
usanza, cuyos ejercicios espirituales impartidos en el Salón de Actos
consiguieron en mí el más profundo terror. A finales de los cincuenta se
incorporó el Padre Cuellar, del Opus Dei, dentro de un movimiento que
encabezaba Rafael Alvira, Catedrático de Ciencias Naturales, vicedirector del
Instituto y activo miembro de La Obra, cuyo proceso de beatificación está en
marcha. Sus hijos estudiaron con nosotros, y Rafael , algo mayor que yo, es
catedrático de Filosofía en la Universidad de Navarra. Se contraponían dos
maneras diferentes de entender la vida religiosa, propugnadas por las mayores
organizaciones católicas del momento. Ganó el Opus Dei. Rosarios, retiros,
ejercicios espirituales, confesiones y dependencias ideológicas , eran
compartidos por las dos tendencias.
La familia Alvira con el Fundador del Opus Dei
A pesar de todo ello, en mis recuerdos,
veo una realidad bastante libre para la España de la época, muchas diferencias
de pensamiento, y discusiones más o menos profundas sobre fundamentos, que
seguramente también nos enriquecieron.
En los últimos años del bachillerato
llegaron algunos Niños de la Guerra o hijos de españoles en Rusia, y a nosotros
nos tocó en nuestra clase Sergio Sanchez García, conocido por El Ruso, formado
en un indudable ateísmo soviético, que se permitía discusiones de fundamento
con el Padre Gabino, en clase. Era algo mayor que nosotros y aparentaba más, en
unos debates que el Padre Gabino llevaba con evidente paciencia y afán
proselitista. Nosotros observábamos perplejos aquellos diálogos, primeros que
yo conocí en posiciones contrapuestas, completamente nuevas para mí.
EDUCADORES Y OTROS MODELOS
El Maeztu tuvo también una OJE y un
conato de centuria falangista, comandada por Paco Giraldo, al que llamábamos el
camarada Paco. No tuvo mucha transcendencia, pero existía, hacía campamentos y
entraba en el entramado del Instituto, sin gran predicamento entre profesores o
alumnos.
Había una estatua de Franco en el patio
de entrada al Instituto, que al principio de los años sesenta fué coronada por
un bote de pintura verde colocado por los carlistas en la cabeza del Caudillo;
sus churretones duraron desvaídos muchos años. Debía ser una pintura de muy
buena calidad.
Todas las mañanas nos colocábamos en
formación militar en lo alto del campo de fútbol, y desfilábamos bajando las
escaleras hacia la portada del edificio principal. Nos dirigía el jefe de clase
, experto voluntario, que organizaba la variación de cabeza al llegar ante la
estatua ecuestre, mientras gritaba la consigna:
¡Atención,
vista a la derecha, ar, Franco, arriba España, arriba, vista al frente, ar!
La formación se deshacía al llegar al
vestíbulo del Instituto, y la subida se desordenaba en las escaleras hacia el
primer piso. Todos los días del año. Sin embargo en otros institutos, como el
Jaime Balmes de Barcelona, todos los sábados se izaba la bandera mientras se
cantaba el Cara al Sol. No era lo mismo. Era quizás una versión más ligera.
Hubo un cuerpo especial, organizado por
el Instituto San José de Calasanz del CSIC que dirigía Victor García Hoz, cuyos
miembros eran conocidos como educadores, y su función era controlarnos y
vigilarnos fuera de clase. Era un original proyecto pedagógico. Hubo muchos,
pero el más conocido era Gabaldón , que ejercía su función de control con
evidente placer y disfrute. No son los mejores recuerdos que conservo del
Maeztu.
También hubo bedeles y un conserje,
Muro, que vivía en la parte de atrás del Instituto y que nos ha dejado una hija
como profesora de esta casa. Yo me acuerdo especialmente de los bedeles
Remartinez y Chupito. Este último llevaba siempre una colilla a medio apagar en
la comisura de los labios, motivo del que procedía su apodo y por el que le sacamos
una canción que decía :
Ya se acabó el cigarrito en que chupaba
Chupito…
con la música de la conocida canción mexicana. Tenía un aparente
mal carácter, dirigido a que no nos subiéramos a sus barbas. Finalmente era un
bendito.
En la entrada al Maeztu por Serrano
tenía su tenderete el Pipero, que vendía pipas, caramelos y cigarrillos de
fiado. Muchos tenían contraída con él una deuda inmensa de algunos céntimos en
el momento en que murió. Era un poco el abuelo de todos. En la cantina estaba
Pedro y Petra, que participaba también
en la limpieza ; parte importante de la comunicación de los alumnos con el
Instituto y la sociedad, entonces más provinciana, sencilla y relajada.
LOS ALUMNOS
En la mayor parte de los trabajos que
se hacen sobre la historia de las instituciones educativas se habla poco de los
alumnos. A veces algo de los famosos, pero casi nada de la mayor parte de la
audiencia de la enseñanza, que constituye algo fundamental para entender la
institución de que se trate.
Yo soy profesor desde el año 1968, lo
que quiere decir que ese es el lado al que me encuentro durante la mayor parte
de mi existencia, pero en el Maeztu estaba al otro lado de la barrera y aquí
estoy incorporando algo de historia y mucho de experiencia personal. En ésta entran mis compañeros y mucho de lo que
aprendí con ellos y de ellos, pues sin duda los alumnos forman parte de la maquinaria
de la enseñanza. No voy a hablar de todos, sería imposible, porque además ha
pasado mucho tiempo desde entonces, no me acuerdo de todos sus nombres y no sé,
en muchos casos, qué ha sido de su vida después de tanto tiempo. Pero sí
hablaré algo, en general y en particular, entre otras cosas porque así hablo
también de mí y de lo que fué el Instituto en esos años.
Como alumnos y a nuestra edad,
practicábamos mucho deporte, algunos el futbol en el inmenso campo que hoy se
ha parcelado y asignado a Primaria, lo que era entonces Preparatoria y
familiarmente Prepa. Ese campo que tiene unas escaleras de acceso y al fondo
tenía unos urinarios que llamábamos la mezquita de Benamear. Otros jugaban a
balonmano, siempre menos, y de manera un tanto autogestionaria. Hubo hasta una
piscina, que se usaba en las épocas del año en el que tiempo lo permitía.
Se dice que Antonio Magariños, alma del
Estudiantes, no era muy partidario del futbol, y eso indica su buen criterio.
El baloncesto, antes más que ahora, era el deporte del Maeztu, la cantera del
Estudiantes, nuestra referencia de conducta deportiva. Entonces se creó una
especial animadversión al que era nuestro gran rival, el Real Madrid,
animadversión que sigue viva entre los viejos, y me consta que también entre
los jóvenes. Recuerdo aún cuando Diaz Miguel vino a jugar a la recién estrenada
Nevera, aún sin techo, y los alumnos le abucheamos con violencia, pues había
sido jugador del Estudiantes y nos había traicionado. Algunos alumnos le
pincharon la moto que tenía aparcada fuera, como venganza desproporcionada a su
defección.
Jugué con Antonio Alcántara, Emilio
Segura, Vicente Ramos, Jaime Moreno Rexach, Pedro Ceballos,Aito García
Reneses y un largo etcétera, de una
generación que dió muchos y buenos triunfos al Estudiantes y al baloncesto, en
un momento en el que este magnífico deporte aún no se había generalizado en
España. En Infantiles y Juveniles competíamos con el Liceo Italiano , con La
Paloma y con el Colegio de Huérfanos de
Ferroviarios, cancha temida por la dureza
de sus jugadores, pero más por la dureza del público del Colegio. Nunca
sabíamos si saldríamos enteros de aquél terrible campo.
Las canchas rojas de hoy, eran campos
de tierra al principio, donde entrenábamos hasta bien entrada la tarde muchos
honestos abuelos de hoy. Yo recuerdo a cuatro entrenadores, sobre todo. Roberto
Bermudez, gran responsable después del centenario de 1992, Abreu, también ex
jugador del Estudiantes y Polifemo, Cesar de Navascués, al que fuimos a ver
alguna vez a su casa y conocimos el exótico modo de vivir de su padre César
González Ruano. El último que tuve fué Paco Hernández, muy preocupado por la forma
física, que por lo menos consiguió de nosotros una preparación excelente.
Muchos continuaron más que yo, y siguieron ganando trofeos de diversas
competiciones. Yo me despediría del baloncesto en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Complutense, donde Antonio Alcántara, Jose Manuel Continente,
Conti y yo, compusimos un equipo nefasto que no consiguió ninguna gloria.
Hicimos nuestros pinitos en la
escritura y el periodismo, a partir de la revista Candil de la que no he
conseguido noticias ni ejemplares. Hice en ella una entrevista a D.Antonio
Magariños, cuyo original corrigió puntillosamente, pues no se fiaba gran cosa
de lo que yo fuera a escribir. Al final quedó muy bien la cosa, o al menos así
me lo parecía a mí. También conté una estancia que tuvimos Joaquín Sanchez
Guillén y yo en Alemania en el verano de 1962. Fué una idea estupenda, donde
nos iniciamos los alumnos, alguno de los cuales, como Jose María García
Rosales-Hoz ha llegado al máximo en profesión periodística.
El Instituto Ramiro de Maeztu era un
centro interclasista, donde había alumnos de muy diversas procedencias, donde
podíamos conocer otras circunstancias vitales, y donde las discriminaciones o
no existían o yo no me daba cuenta de ellas. Los intereses eran distintos, y
también los grupos y pandillas. Había bandas y jefes de banda, y peleas entre
ellos, pero nunca llegó la sangre al río. Había gente más criada en la calle , con
mayores capacidades de supervivencia y otros de familia media, más inocentes.
Había quien tenía más curiosidad por las cosas, y quien tenía menos. Había
adscripciones ideológicas, en germen, pero una comunidad que se llevaba bien y
se comunicaba con inocencia y cariño. Éramos más inocentes que ahora.
Yo elegí Letras y tuve unos compañeros,
a la mayor parte de los cuales no he vuelto a ver hasta el momento presente,
que ha supuesto un reencuentro gratificante y añorante. En las fotos he
identificado algunos, otros no, porque el tiempo pasa y la memoria falla. Todos
ellos forman parte de mi pasado y de lo que fué el Instituto. Estuve en el curso
D y en el A, y a ellos corresponden las dos fotos que propongo. La primera del
D donde he destacado a Ramón Roca, publicista y profesor de Periodismo,
Fernando Candial, abogado, Andrés Montalbán, magistrado en Murcia, César
Nombela, catedrático de Farmacia, Javier Burgués, técnico en la Administración
de Valencia, Martín Almagro, Catedrático de Prehistoria y académico de la
Historia. Ni en esa foto ni en la que viene a continuación aparezco, como si se
hubiera producido una “damnatio memoriae”, pero puedo asegurar que eran los
compañeros de mis cursos.
En la foto del curso A , Guedes, Cerra,
Nicolás Poveda, Magistrado de la Audiencia Nacional, Pedro Ceballos, Aito
García Reneses, conocido entrenador de baloncesto, Melchor García, Antonio Alcántara,
Constructor, Jose Ramón Blanco, Jose Mª García Rosales-Hoz, periodista, Ignacio
Niharra, consultor, ex director general de Apple España, Jose Luis Ponce de
León, ingeniero agrónomo, Jose Mª Alvarez Cienfuegos, Carlos Salinas, Julio
Alvarez Buylla , Catedrático de Farmacia, Luis Caballero, Científico Titular
del CSIC, Andrés Brehmer, Director Gerente de Audatex España, Santiago Conde,
Científico Titular del CSIC, Ricardo Olmos, Director de la Escuela de Historia
y Arqueología de Roma, y algunos más que no identifico en la foto, como Carlos
Aguilar, Profesor Titular de Composición Arquitectónica, Jose Manuel
Continente, profesor Titular de Lengua Arabe, ya fallecido ,Jose Luis Acero
Benedicto, Patrono de la Fundación Caja Madrid, Javier Aleixandre Campos
ingeniero del Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas, Emilio
Segura, ingeniero técnico de Obras Públicas, Joaquín Sanchez Guillén,
Catedrático de Física Teórica, Juan Cristóbal Gonzalez Granell,abogado.

CURSO D 1.957
CURSO A 1.957
La tercera de las fotos de grupo plasma
una cena de ex-alumnos de mi curso, celebrada en 1965, afirmo sin absoluta
seguridad en la fecha. Aquí aparecen :
CENA EX-ALUMNOS 1965?
Enrique Gomez Lobo, abogado, Paco Viqueira, Cónsul General de
España en Río de Janeiro, Rodrigo de Balbín, que soy yo, Alberto Mirat,
empresario, Melchor García Lopez, Rafael Casas, Fernando Candial, Ignacio
Niharra, Miguel Cruz, realizador de Televisión Española, Liborio Hierro,
Catedrático de Filosofía del Derecho, Jorge Rico, Leopoldo Gandarias, Antonio
Alcántara, Javier Gutierrez del Alamo, Andrés Brehmer, Gregorio Fraile y
Nicolás Poveda.
En el caso de conocer su situación
actual la he incorporado a modo de pequeño curriculum, y si conseguí su foto
también la incluyo. Es un peculiar ejercicio comparar lo que éramos y lo que
somos físicamente, y otro importante saber dónde llegamos los que estudiamos
juntos hace tantos años. La mayor parte somos universitarios de formación, y no
nos costó demasiado adaptarnos a la enseñanza superior, porque la formación que
habíamos recibido nos facilitó el tránsito.
El Instituro Ramiro de Maeztu, hoy
Fuimos la generación de la Democracia,
terminamos la carrera el año 68 y nos formamos dentro de la enseñanza pública
española, que con altibajos ha seguido peleando por la educación para todos, en
una tradición que en Europa resulta casi excepcional y más aún en el paralelo
mundo anglosajón que ahora se impone. Somos herederos lejanos de la Institución
libre de enseñanza y de otros principios menos pedagógicos, pero tuvimos la
suerte de estudiar en el Instituto Ramiro de Maeztu.
Yo me formé en la enseñanza pública,
soy profesor de la enseñanza pública y mis hijos aprenden en la enseñanza
pública. Solo un país con una buena enseñanza pública consigue la formación
adecuada de sus ciudadanos en libertad y responsabilidad. Solo un país con una
enseñanza pública de calidad consigue una sociedad civil consciente y
responsable. El Instituto Escuela comenzó su andadura hace casi un siglo. Que
su experiencia tenga por lo menos un siglo más de permanencia.
BIBLIOGRAFÍA
ALVIRA ALVIRA,A.1992. El “Ramiro de Maeztu”, pedagogía viva. Ed.
Rialp, Madrid.
DE LA FUENTE ,I. 2006. Los últimos niños del Instituto-Escuela. El País,
12-06-2006.
MINDAN MANERO,M.2001.Historia del Instituto Ramiro de Maeztu.2t.
ONTAÑÓN,E.2007. El
Instituto-Escuela, un proyecto educativo vigente.El País , 23/04/2007
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EDUCATIVA EJEMPLAR. Circunstancia.Fundación Ortega y Gasset,año V,nº 14
RAMIREZ
AISA,E. 1994. La formación inicial del profesorado en el Instituto-escuela:
1918-1936.Espacio,Tiempo y Forma.Serie V.Historia
Contemporánea.t.7.1994.pp.563-584.
SANZ
ESTEBAN,I., AMO DEL AMO,M..2008.Los Institutos de Enseñanza Secundaria : un
legado por descubrir. CEE Participación Educativa.7.marzo 2008,pp.133-144.
SAEZ DE LA CALZADA,M.2007.Un gran español que murió en el exilio.
Fundación Olivar de Castillejo,2007.
La mayor parte de las fotos
institucionales y del profesorado han sido obtenidas de los libros de Alvira y
Mindán. Las de los alumnos provienen de mis compañeros, de mí mismo y de
Internet